27.9.09

El glamour del delito

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Nueva York, martes 29 de octubre, 1929. Crack de Wall Street. Se produce la mayor caída de valores en bolsa de la historia. La ilusión creada por el sueño americano se derrumba. Comienza la gran depresión. 1930, Dallas. Bonnie Parker, una joven soñadora que pudo haber tenido un futuro mejor, trabaja de camarera en un local por el que no pasan muchos clientes. Conoce a Clyde Barrow, otro joven sin ningún trabajo reconocido y al que siempre le ha atraído la vida delictiva. Bonnie se siente atraída, tal vez por la figura de Clyde, tal vez por la sensación de aventura que puede encontrar en esos tiempos difíciles, y decide marcharse con él. Así comienza la historia de Bonnie y Clyde.





No es una historia nueva. Ya sabemos quiénes eran, qué hicieron, el final que tuvieron. Pero a mí me sigue fascinando su leyenda, así que cuando se me ofreció la posibilidad de ir a ver una obra de teatro como ésta no me lo pensé (y me pagaban los 8 euritos de la entrada, además, que estoy en crisis). Además, en la información que pudimos encontrar en la red vimos que la representación corría a cargo de sólo tres actores, y me mataba la curiosidad.

Después de una conversación muy constructiva (en la que concluimos, entre otras cosas, que William Goldman merece devoción eterna), nos plantamos en la puerta de la Casa de Vacas, el teatro / sala de exposiciones del parque del Retiro. Ya que teníamos un ratillo aún, echamos un vistazo a la exposición de Jesús Soler, de cuadros enormes con texturas inesperadas, y entramos a la sala.



La obra dura casi dos horas. La escenografía completa es una pantalla blanca, ese coche tan gracioso que veis en la imagen de aquí arriba, y una banqueta. Y sí, son tres actores. De hecho, en total en la obra participan cinco personas, si contamos también al director y a la encargada de los efectos audiovisuales. Pues el tiempo se me ha pasado sin sentir.

La puesta en escena es brutal. Las imágenes de la pantalla blanca se convierten en escenario con elementos, con los que los actores interactúan a veces, como si fueran reales (como el momento en el que una Bonnie camarera le sirve café a Clyde en una taza proyectada). En otras ocasiones, como en los flashbacks de la vida de cada protagonista antes de conocerse, estas imágenes se complementan con la propia silueta de los actores, que se colocan detrás de esta pantalla para formar parte de lo que, de otra forma, habría sido una saturación de vídeos explicativos. Esta parte, todo el juego con la pantalla, me pareció una forma muy bien vista de crear algo parecido a la realidad aumentada, con medios ajustados y en teatro.

Metiéndonos ya más en la historia, ésta se cuenta a raíz de entrevistas a personajes de la época, tanto reales que tuvieron un papel importante en aquel momento, como inventados para la ocasión, que destacan determinados rasgos del relato. También hay, puntualmente, distintas voces en off (un presentador de televisión que nos pone en antecedentes, y un locutor de radio que aparece de vez en cuando). Estos personajes son todos interpretados por los mismos tres actores, así que hay problemas como que, por ejemplo, tenga que salir un secundario a ser entrevistado, y acaben de estar los tres en escena; consiguen solucionar estas situaciones con trucos, como juegos de luces muy hábiles, para que no se haga incómodo el estar esperando a que el actor se cambie y mantener, dentro de lo posible, la continuidad en la actuación.

Y bueno, ahora sí, por la estructura que tiene (con las entrevistas, los flashbacks y la forma de hilar secuencias con imágenes de archivo, voz en off y música popular de la época), la historia se hace amena, interesante y, sobre todo, creíble. Hay gente a la que se le ha hecho un poco pesada (o eso he oído al salir), pero también hay gente que se ha dejado el móvil con sonido y ha sonado en medio de la obra, así que esto último me da tranquilidad moral para que me resbale lo que piensen los demás espectadores. Y yo he salido encantada.

Para terminar, la parte mala: hoy era el último pase, y no sé si volverán a algún escenario en Madrid. Pero, por si acaso, estad atentos a cualquier robo inusual de bancos...

4.9.09

Violeta

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Despierta y sabe, como sólo una madre puede saber, que Violeta ya está en casa. Procurando no hacer ruido, empieza pasito a pasito la rutina que se ha establecido en estas situaciones: una valeriana con dos bolsitas y un tazón de cereales, que seguramente no haya cenado; entrar despacito en su cuarto (aunque ella no está dormida) y dejar la bandeja en la mesa; apartarle el pelo y darle un beso en la mejilla; coger la ropa que está en el suelo y echarla a lavar. Pero primero habría que ponerla en remojo, con lo mal que salen esas manchas. Y con lo bonita que es la blusa, ojalá no se estropee.

El día siguiente se levanta temprano; quiere desayunar con su niña antes de que se vaya al trabajo. Las dos tienen ojeras. Además Violeta se ha maquillado más de lo normal, para esconder algún golpe, pero parece contenta. Seguro que ha hecho lo que es debido. De fondo, la presentadora del telediario se lo confirma.

"... ha sido encontrado muerto en un parque cercano a la casa de su ex-mujer, que le había denunciado repetidas veces por maltrato y violación. Las autoridades... "

Las manchas de sangre y césped no han salido de la blusa, y le faltan un par de botones. Una pena, piensa la mujer. Con lo bonita que era.