11.10.08

Venus

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Aire.

¡Aire!

Despierto de repente, intentando respirar. Abro los ojos. La habitación entera es un remolino silencioso de colores.

Ese tapiz espantoso me recuerda de golpe dónde estoy. Mi bolso. Intento levantarme, pero no tengo fuerzas y me caigo de la cama. Los pulmones me pican, y los siento encogerse.

Ayer dejé el bolso sobre la butaca. Está cubierta de serpientes. Busco entre la masa palpitante, descubro al tacto la mascarilla y, al borde del desmayo, me la pongo.


No sé cuánto tiempo he estado tumbada en el suelo, respirando, con los ojos cerrados. El picor va remitiendo, y ya me encuentro algo mejor. Las serpientes han desaparecido con los colores ondulantes. Intento relajarme con detalles conocidos, como el tapiz y los desconchones de las paredes. Mi ropa está por el suelo, y por la ventana entra una suave luz blanca. Ya debe ser de noche.

Y ahí sigue, dormido. "Aún queda mucho para la noche, y estás tan sexy sin la máscara...". No volverá a convencerme, aunque... bueno, eso es lo que dije la última vez. Termino de vestirme y echo un último vistazo a la habitación. Creo que lo que más me gusta de él es su espalda. Hasta la palabra me gusta: espalda.

He de irme de inmediato. Apenas me quedan reservas de dióxido de carbono para el viaje, y esperan un informe de mi visita. No querría decepcionarlos: estas expediciones cada vez me gustan más.

Creo que tengo un fetichismo raro con los terrícolas.