La inspiración existe...

... pero te tiene que encontrar trabajando. Así de tajante se mostraba Picasso con respecto a sus musas.

Desde luego, si las musas existen, son caprichosas como ellas solas. O los musos, que todo puede ser. Y para que nos visiten, en contra de lo que se piensa, hay que buscarlas.

Las ideas parecen algo casi divino. De repente, mientras ves el telediario o estudias (sobre todo cuando estudias), la trama para ese relato al que has estado dando vueltas, simplemente, surge. Y te preguntas cómo ha podido ser tan obvia, y corres a escribirla... y mientras buscas papel y boli (o un hueco en los márgenes de los apuntes), es como un sueño: se te olvida la mitad. Eso, con suerte, porque a veces estamos en sequía creativa y no hay manera de que se nos ocurra sobre qué escribir, a pesar de que sabemos que queremos contar algo.


Para esos casos en que nos topamos con un muro en el camino, lo mejor es ir hacia otro lado, despistarle (si es con silbidito característico, mejor). O bailar de forma esquizofrénica ante él. En el primer caso, se aburre de que no le hagan caso y se va. En el segundo, se aparta porque le das miedo. Ambas soluciones nos valen. Hay muchas formas más, pero en general estas dos son las que más me gustan.

Con la primera opción, por ser entendible, no me voy a extender mucho. Consiste en escribir sobre cualquier otra cosa: lo que te provoca una foto de hace mucho, el olor de una colonia por la calle, describir el bloqueo mismo... miles de posibilidades. También se puede probar a escribir en el ordenador con la pantalla apagada, para no ver lo que escribimos y, por tanto, no intentar corregirlo.


La segunda es la más interesante, bajo mi punto de vista. Consiste en jugar con el lenguaje, con las situaciones, volverte improbable. Como en todo juego, hay reglas, pero son precisamente estas reglas las que potencian la creatividad de cada uno.

Hay miles de ejemplos, algunos más elaborados que otros. Desde hacerte una baraja de cartas con palabras (diez personajes, diez lugares, diez acciones... y luego las echas como si fueras un tarotista y con lo que te salga haces una historia), hasta coger un párrafo de un libro, quitarle todas las palabras que contengan la letra a (por ejemplo) y añadir otras para formar una historia, pero que tampoco contengan la letra a.



Uno de los juegos que más me ha entretenido es escribir un texto de unas diez líneas, en el cual el 75% de las palabras (como mínimo) contengan una letra elegida al azar. La d me llevó a un mundo de dragones de dentaduras diamantinas, cuyo destino residía en la hoja de mi espada; la s, sin embargo, me entristeció, porque me sugirió soledades y sueños inalcanzados. Una lástima, porque siendo mi letra, esperaba susurros distendidos o misterios sin resolver, pero tenía el día malo.

Y os dejo uno de los que más me gusta. Lo escribí hace mucho, y no he cambiado (ni añadido) ni una sola coma. Así que tened piedad.

¡Flash! Y los farandulosos flamencos se esfumaron. No había fallado al enfocar ni una sola vez en el safari fotográfico al que el flamente jefe de "Geográfica", el folleto de fauna más famoso de la oficina, nos había ofrecido asistir. Pronto, entre las fragantes adelfas y los frondosos frutales, el afamado jefe encontraría su fin, y nosotros descubriríamos, estupefactos, sus afanosos intentos por difamar falsedades para conseguir fama y fortuna.


La dedicatoria es demasiado evidente :P