Gracias a todos

Estoy nerviosa. No, estoy muy nerviosa. Hace un rato he hecho el ensayo general, y ha ido bien. Pero tengo un desasosiego constante que más me vale controlar antes de pasado mañana :S

Por eso, porque voy a estar de meditación hasta el momento de la verdad, quiero daros las gracias ahora. No sabéis los ánimos que me habéis dado, aunque sólo sea con un comentario :)

Aprende meditación con Kalimán.
Postura del loto, mano en el pensamiento. Oooohhhmmm...

Aprovecho para agradecer pública y especialmente a todas las personas que han colaborado conmigo para hacer el Movilizado posible, prestándome sus voces en forma de archivos de sistema, personajes de pistas o el mismísimo Mariscal. Ellos son Mr. Forfy (que ha tenido que aguantar, además, ataques de histeria en diferentes momentos del desarrollo del proyecto), Estrella (nadie ha tenido la suerte de encontrar una vicetutora tan eficiente como la mía, seguro ^^), Raúl (impresionantes las 30 pistas que grabó, metiéndose en el papel de cada personaje de una forma super auténtica... pero más impresionante aún es que la decisión de grabarlas fuera voluntaria (en serio)), y, como malvado Mariscal, he contado con la inestimable y férrica presencia de El Auténtico Guerrero del Metal!!! (EAGDM para los súbditos y lectores varios).

Con estas colaboraciones de absoluto lujo, desde luego, tengo que darlo TODO para que salga todo bien. También me gustaría agradecer (ya que estoy) a las personas que quisieron ayudarme y que, por una cosa o por otra, no pudo ser... y a la gente que no va a poder venir a verme, de verdad, que no pasa nada, ya nos tomamos unas cañas otro día :)... y... bueno... a todos ^^

A lo que voy: esta entrada es para gritar a los cuatro vientos quiénes son los responsables de que no me haya vuelto loca. Una lástima que el resto de la memoria sea mucho más aburrida.



El combate final es puro teatro, oí decir. Aunque requiere un entrenamiento largo, es fácil.

Largo no, eterno. Pero eso ya ha pasado. Ahora estoy en la antesala de la Arena, y apuro los minutos antes de luchar. Puro teatro, dicen. Si algo he aprendido aquí es a no subestimar al enemigo.

Los tablones del portón no encajan del todo, e intento mirar afuera por una rendija. He luchado en escenarios más grandes, en auténticos coliseos, pero es la primera vez que me enfrento al enemigo sola. El nudo de mi estómago se aprieta aún más.

Me separo del portón; el sol me ha cegado un poco, y tardo unos segundos en acostumbrarme de nuevo a la segura penumbra. Un rápido vistazo para comprobar que lo tengo todo, y empiezo a prepararme.

Cojo la armadura, y me la pongo con cuidado, ajustando las correas laterales. Mi familia ya está esperando en las gradas. He visto a mi padre, sacando fotos a todo y repasando mi estrategia antes de que empiece. Mi madre habla con mis tíos, nerviosa, como en cada uno de mis combates estos años. Mis abuelos también han venido, los cuatro, no sé si para confirmar o desmentir que me he vuelto loca después de tanto tiempo aquí. Incluso mis hermanas, Ana y Marta; ninguna quiere ser como yo, pero espero que por lo menos estén orgullosas de mí.

Entra en la antesala Celeste, mi mentora, para ayudarme. Intenta que esté más tranquila, y yo se lo agradezco, como la enorme paciencia que ha tenido conmigo durante el entrenamiento. Hablamos un poco de las armas que voy a utilizar. Me viene a la mente Mª Carmen, una de mis primeros entrenadores, que fue quien me enseñó los movimientos básicos con ellas. De no ser por ella, mi estancia aquí habría sido mucho más ardua.

Los combates son individuales, pero en la misma Arena puede haber más de cien luchadores frente al enemigo, intentando alcanzar la victoria. Esta vez sólo estoy yo, pero he tenido la suerte de pelear al lado de los mejores guerreros, de llorar con ellos de alegría y de frustración. Entre todos, Estrella, de la que he aprendido mucho más de lo que ella cree, se revuelve en su asiento entre el público, nerviosa y sonriendo.

Ya estoy casi lista. Me pongo el casco, imprescindible mantener la cabeza a salvo. Las voces de mis amigos me llegan desde fuera. Roberto, Edu, Elena, Jessy, Jesús y Esther me han ayudado a mantener la cordura en mi estancia en la Escuela; no dudo que algunos serán unos guerreros excelentes dentro de poco.

Y, antes de salir, beso mi talismán. Es un colgante de oro de un sol que sonríe. Fue un regalo de un hechicero cuando yo acababa de salir de las sombras y, desde ese día, no ha faltado la luz en mi vida.

Tendría que agradecer a mucha gente el haber llegado hasta aquí, pero no hay tiempo. Celeste me mira, e intercambiamos una sonrisa. Mi enemigo espera. El último combate está a punto de empezar.

Terminemos con esto.