El llanto de la ventisca
6 comentarios¡Vuelvo con el Ciclo de Lecturas!
Y vuelvo con novedades bajo el brazo, adquisiciones recientes y reencuentros en las estanterías de mi cuarto. Además, tengo ganas de probar la nueva casa con una entrada como ésta :)
¿Me has echado de menos? Yo he estado pensando mucho en el siguiente libro que compartir contigo, y estos días he encontrado algunos que han sido muy especiales para mí. Éste es uno de ellos. Se convirtió en mi libro favorito cuando entré en el instituto, y siguió siéndolo durante varios años, aunque el puesto era compartido.
Curiosamente, no he oído hablar de su autora ni antes ni después de leer el libro, y digo que es curioso porque este mismo libro no sólo tuvo mucho éxito, sino que incluso ha sido llevado al cine. Apareció en mi casa de repente (ahora sé que debido al Espacio-B), e imagino que cayó en mis manos una tarde de verano como ésta (grado arriba, grado abajo). Cada vez que pienso en la historia en sí, me da por pensar que no lo habría leído si me la hubieran contado... pero hay algo en este libro que me enganchó, y que me tuvo enganchada durante mucho tiempo. Espero que, aunque tampoco lo sepas identificar, lo descubras tú también.
Te dejo con Mary Lennox y el viento bramando en la mansión de Misselthwaite.

Mary desconocía lo que quería decir "bramar", hasta que puso más atención, y luego lo comprendió. Seguramente sería el ruido hueco y estremecedor que empujaba por toda la casa, como si un gigante imposible de ver fuera dando golpes y puñetazos a las paredes y ventanas para poder entrar. [...]
Pero al oír el viento también oyó algo más. No podía percibir lo que era, porque al principio casi no podía distinguirlo de la misma ventisca. Era un sonido incomprensible, hasta parecía que fuera un niño llorando. A veces el mismo viento gemía un poco como el llanto de una criatura, pero finalmente Mary se convenció de que este sonido procedía de la mansión, no de fuera. Sí, era un llanto remoto, pero estaba dentro de aquella casa. Se giró y miró a Martha.
- ¿No oyes como si alguien llorara? - le dijo.
Martha parecía confundida.
- No - respondió -. Es el viento. A veces suena como si alguna persona se hubiera perdío en el páramo y fuera un llanto. Si el viento resuena de tantas maneras...
- Pero escucha - le insistió Mary -. Si parece dentro de la casa, por uno de esos largos corredores.
En ese mismo momento se debió de abrir una puerta en alguna parte de la planta baja; una fuerte corriente abrió de par en par la puerta del cuarto donde estaban, produciendo un gran ruido. Se levantaron las dos de un salto; justo en ese instante se apagó la vela y les llegó el sonido del llanto por el pasillo, y se podía escuchar mejor que nunca.
- ¿Ves? -exclamó Mary-. Te lo dije. Es alguien que está llorando... y no es una persona mayor.
Martha atrancó la puerta con gran celeridad y giró la llave, pero antes de hacerlo ambas oyeron un portazo en algún pasillo retirado, y luego se quedó todo en silencio, pues hasta el viento dejó de bramar durante unos instantes.
- Era el viento -dijo Martha con porfía-. Y si no, seguro que era la pobre Betty Butterworth, la fregona, que ha padecido to el día un dolor de muelas muy malo.
Pero había un cierto desasosiego, una cierta torpeza en su forma de hablar que hizo que la niña la mirara con gran atención; dedujo que Martha no estaba diciendo la verdad.
"El jardín secreto", Frances Hodgson Burnett